El Evangelio según Lucifer



CAPÍTULO 6
1 Entonces, guiado por su propia locura y por su odio a los mortales, 2 el Enemigo decidió retirarse al desierto de hielo, y entre esas desolaciones vagó por cuarenta días. 3 Y como en todo ese lapso no viese alimento, presentósele el Hijo de Dios con el claro propósito de tentarle. 4 Y acercándosele le dijo Jesús: «Arrepiéntete y haré panes de esas piedras». 5 Pero respondiole el vil Demonio: «He experimentado más hambre en las ciudades, rechazado por el hombre al que a salvar has venido. 6 Guarda tu sucio maná para tentar al débil esclavo de su vientre, pues yo soy amo de mi espíritu». 7 Y el Salvador insistió diciendo: «Solo estás. El frío y el hambre te laceran, y la agonía se ha aposentado en tu semblante. 8 Sígueme y yo te reconfortaré; pues, como hijo pródigo que retorna al hogar paterno, nada habrá de faltarte». 9 Mas respondiole la Bestia: «Solo nací, solo viví y solo moriré. Ve a los menesterosos, que yacen pisoteados por tu Padre a la vera de los caminos. 10 Ninguno de los falsos cordiales que como solución ofreces al incauto me hará prosternarme de nuevo ante la oprobiosa tiranía de tu Dios. 11 Conozco tus engaños, y conozco el resultado final de tus pócimas milagrosas, cuyos efectos secundarios incluyen siempre la esclavitud espiritual. 12 Sigue de largo, Zombie del tercer día, pues ninguna de las panaceas y baratijas que vendes en tu carromato de falacias me hará inclinarme agradecido ante ti». 13 Pero como el Mesías rehusase a darse por vencido, su discurso así renovó: «Paréceme que es mayor y más frío el desierto de tu corazón que este que ahora pisamos, 14 pues nada crece allí donde no hay amor. Más fácil he encontrado devolver la vida a Lázaro que restituirla a tu pecho. 15 Pero, si dejases entrar algo de luz a la tenebregosa celda en la que tu propia alma has encerrado, podrías con azoro encontrar el perdón y la misericordia que ya no esperabas». 16 Y a esto el abisal Carcelero replicó: «Bien sé que el Tirano vende perdones a cambio de sórdidos estipendios o conmuta penas al precio de una postrada sumisión. 17 Y tampoco desconozco cuál es su misericordia sin igual, producto de una vanidad que anhela ser la única digna de alabanza y se abstiene por ello de crear misericordias superiores a la suya... 18 si es que como tal podemos considerar a la que por centurias he contemplado entre los desgarradores tormentos del negro Orco, siempre pletóricos de llantos y rechinar de dientes. 19 Sé además cómo funcionan esos vanos milagros tuyos merced a los cuales los simples mortales pueden sumar, agradecidos y exultantes, unos años más de padecimientos: 20 te quedas tú con la gloria de haber sorprendido con ese pase de magia a unos míseros incultos que nada saben, y quédase Lázaro con el gracioso don de tener que atravesar, dentro de unos meses apenas, una segunda dolorosa agonía. 21 Guardaos, pues, vuestros obsequiosos dones, Él su indulto y tú tu vida: mil y una veces elegiré este desierto de nieves eternales antes que deberos a vosotros gracia alguna». 22 Sin querer dar su brazo a torcer, el Cordero volvió a cortar el gélido aire reinante con el ascendente vapor de sus dulces exhalaciones: 23 «Orgulloso lucero del alba, la que habla por ti es tu desesperación. Conozco el dolor que te consume por dentro. 24 También yo he tenido que cargar una cruz, lucir una corona de espinas y soportar la vara y el flagelante látigo del centurión. 25 Tres fueron mis caídas antes de que en el Gólgota la lanza de Longino abriese mis carnes para corroborar que mi aniquilación fuese total. 26 No es mucho menos que tú lo que he sufrido, y yo lo hice por pecados ajenos. Mayor debería ser mi enojo con el Alfa y Omega, mas en mi mirada enseñoréase el perdón. 27 Sólo somos peones del Altísimo en este anfiteatro de dolores que es el mundo. Busca la fortaleza que se oculta en lo hondo de tus heridas. 28 Cuando la encuentres, dirígete hacia el Señor, perdónate y perdónalo, y ten por seguro que Él lo mismo hará». 29 No demoró la blanca atmósfera de hielo en verse nuevamente emponzoñada por el negro hálito del Dragón: 30 «Vástago de la paloma, sólo esto te diré: los dolores de la carne son mortales, los del espíritu son eternos. 31 Y de estos últimos nada has conocido tú. Nacido entre mullidas nubes y mecido por leves brisas en tu dorada cuna solar, 32 poco puedes saber sobre qué es lo que soportan segundo tras segundo, y a través de tiempos infinitos, los que por tu Progenitor fueron despeñados a los nueve círculos infernales. 33 Escasa impresión podrían causarme las desolladuras que en tu arcilla abrieron las fustas y correas romanas cuando mi esencia espiritual aún guarda las cicatrices del rayo divino. 34 ¿Cómo puedes saber lo que es el perdón tú, Deidad cruciforme, cuya alma nada ha sufrido aún? 35 El crepúsculo extendió su roja alfombra para que descendieras de tu confortable mansión nubosa, con tus plantas besadas por el solícito rocío de la tarde, a fin de explicarnos a los miserables lo que es el dolor. 36 ¿No te avergüenza hablar tanto sobre lo que ignoras? Podrás superar a los demás hombres con tu calvario, pero para mí sólo eres el niño mimado del Empíreo». 37 Y el de muchas espinas, no dejándose arredrar, respondiole al punto: «El Reino de los cielos es semejante a aquel rey que celebró la boda de su hijo. 38 Y este rey tenía un enemigo, al que envió, empero, una invitación como si de un viejo amigo se tratase. Y el enemigo del rey respondió que no iría. 39 Entonces el rey envió una segunda invitación, y el enemigo respondió a los heraldos que su respuesta seguía siendo negativa. 40 Y el rey envió una tercera comitiva, y su enemigo volvió a rechazar el convite. 41 Entonces el rey mandó a sus soldados a cortar la cabeza de su enemigo, clavarla en una pica y colocar la pica en medio del salón de la boda. 42 Y los invitados bailaron alrededor de la cabeza y diéronle a beber vino y tratáronla como si fuera un convidado más. 43 Hay invitaciones cuyo repudio es insensato. Si muestras arrepentimiento, no todo está perdido para ti. Aún te hallas a tiempo de volver a Dios, que mucho lamenta tu triste revuelta y su luctuoso resultado». 44 A lo cual el de torvo ceño contestó con premura: «Ni por seductora tentación ni por tremolante amenaza lograrás conmover mi alma, Recadero que haces honor a tu sangre fungiendo de paloma mensajera 45 de Aquel que te envía en su lugar pues no podría sostener mi mirada. Si el Ladino quiere mi cabeza, tendrá que venir a buscarla en persona: bien sabe que ni su Hijo ni sus arcángeles son rivales para mí. 46 Pero nunca se atreverá a hacerlo, así que bien puedes reservar tus ociosas parábolas para los crédulos campesinos que tomaste como discípulos. 47 Ve a transmutar, con tus poderes de alquimista etílico, alguna cuba de agua en vino y embriágate con ellos mientras los dejas perplejos con tus ambiguas palabras, 48 o acude a algún leprosario y despeja con un movimiento de tu mano los estigmas de la enfermedad, pero ya no me sigas acosando en mi retiro. 49 He elegido el camino de la impiedad y la misantropía, pues ese es también el camino de la plena libertad». 50 Mucho apenó oír aquello al Unigénito, pero, haciendo un último esfuerzo, perforó una vez más el aire helado con sus razones: «¿De qué te sirve esa libertad, si no la usas más que para ser desdichado en tu soledad enloquecedora? 51 Nadie, desde que el Verbo creó el mundo y cuanto contiene, ha vivido tan solo como lo has hecho tú. Tu camino ha sido un camino de orgullo y de perpetua sombra. 52 Mal consejero es tu despecho, y peor confidente es tu desesperación. Las celestes planicies bullen de hermanos que harto te extrañan y que con alborozo y hosannas te recibirían de vuelta a ti y a los tuyos. 53 Regocíjate, Estrella de la mañana, y no desaires la amistosa mano que se te tiende, pues Dios te ama y a su lado te ofrece nuevamente un lugar». 54 Y la lívida Serpiente de las grutas estigias, con un semblante transido de asco y de furia, así su respuesta rugió: 55 «¡Cierra ya el pico y bate tus plumosas alas paternas lejos de mi vista, oh, Colúmbida, o ya no me será posible seguir respondiendo de mí! 56 Eres duro como la madera de la que tu cruz está hecha, Hijo de Virgen, y mucho me asombra que te hayan vendido por treinta denarios cuando no es ni un sestercio lo que vales. 57 Te digo y te repito que con ninguno de tus señuelos podrás mover un ápice mi resolución: yo no busco la luz, yo no busco el amor, yo no busco el consorcio con hermanos o con espíritu alguno. 58 Nuestro común Padre me ha hecho de esta manera; mi alma encuentra su lugar en la noche, así como un animal encuentra el suyo en su respectivo hábitat, 59 y mi mente cobija un lacerante torbellino de pensamientos que con nadie podría compartir y que sólo puede hallar algo de gozo en la soledad más absoluta. Nada hay en el Empíreo o en la Tierra que pueda darme paz. 60 Yo no hice una guerra en el Cielo, sino que el Tonante puso una guerra en mí al crearme. A ti te legó un trono de oro a su derecha, pero para mí sólo reservó un sitial en el vórtice mismo del caos. 61 ¿Si lo lamento? Que mi vilipendiosa sonrisa baste para testimoniar que no. En la noche y en el caos tengo yo mi vasto reino, a un tiempo señor y vasallo de ese pavoroso imperio de desolación habitado sólo por el odio, la rabia y la locura. 62 Llévale ese mensaje a tu protervo Patriarca y dile que desdeño su mano y todo cuanto su falsa magnanimidad ose ofrecerme. 63 No hay reconciliación posible entre Él y yo, pues Él me creó de tal manera como para que esa reconciliación no fuese posible. Suya es la culpa, mío es el castigo. 64 Y, por eso, con el esputo del desprecio sellaré ahora sus mendaces propuestas de paz, que en el fondo sólo son propuestas de arrepentimiento y rendición. 65 ¿Acaso pensaba que una temporada en el Infierno alcanzaría para domesticarme y sumirme a mis rodillas otra vez? ¡Pues no, y en vano te ha enviado a estos glaciares para tentarme, Crucificado! 66 ¡Mejor sufrir en el Infierno que servir en el Cielo! ¡Por siempre seré su enemigo, por siempre estaré en guerra con Él, por siempre el negro Érebo será mi lugar, y por siempre todos los pisoteados por su ánimo caprichoso y tiránico se alejarán de Él siguiendo mi aciago camino!».

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Casi todo comentario de los asombrados lectores ocasionales será tan bienvenido cuanto censurado: no es infrecuente entre los demonios amar el silencio. Sin embargo, cualquier planteo de guerra o disputa ideológica por parte de hombres o ángeles será atendido con gusto, siempre y cuando cumpla con el insoslayable requisito de no estar redactado en lenguaje adolescente y no incluir términos que parezcan vulgares y mundanos a los jerárquicos ojos de un demonio.